Rodeado por la inmensidad
de un bosque encantado,
veo brillar la luna
en el espejo de un pequeño lago
que toca mis pies helando mis pasos.
Cómo lobos a la distancia,
aúlla el viento que se cuela hasta mi cuerpo,
y me hiere la carne cual puñal.
Desborda el brillo de mis ojos
hasta tocar mis labios,
dejando escarcha en mis mejillas
dejando escarcha en mis mejillas
y un salado sabor en mi boca.
Tras un frondoso árbol que llega hasta las nubes,
me protejo,
me salvo de ese invernal que se aproxima,
anunciándose con alaridos siniestros,
de noches oscuras, sueños rotos
y el eterno andar de mis pies,
que solo buscan descanso.
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