No deberías preocuparte por nada.
Porque me muero, y ya no estaré.
No deberías preocuparte por nada.
Porque te irás, y ya no estarás.
No deberías preocuparte por nada.
Porque sabes que te amo.
No deberías preocuparte por nada.
Porque daría mi vida por ti.
No deberías preocuparte por nada.
Aunque no amanezca en mi cielo.
No deberías preocuparte por nada.
Porque ya llega el ocaso.
No deberías preocuparte por nada.
Tu vida será sin mi.
No deberías preocuparte por nada.
Ya nunca más.
Serán sólo tus pasos
Serán solos los míos
Así será para siempre
Hola dormilona...
Digo en mi silencioso acercamiento
a la figura celestial que duerme en mi cama.
Acariciando el aire que te rodea
me sumerjo dentro de ti
invadiendo tu mar desbordando las orillas
arrebatandote de sus brazos Olímpicos
que acunan tu Majestad.
Mil besos en las mejillas te daré
hasta que tu sonrisa eleve el sol
en el lejano horizonte
hasta que el verano cómplice de tu piel se funda en la mía.
Se abrió la poesía en mi pecho
Como se abre la flor
Como fluye la voz y la caricia.
Como se escapan las gotas de agua
que antes volaban en nubes y ahora son lluvia y río.
Brota el manantial de palabras que embriagan
que acercan y alejan al amor tortuoso, escarpado, dulce y eterno.
También las espinas brotan y se clavan,
las palabras en silencios se clavan.
Quiero dejarlo como si fuera el tiempo de ayer
y como éste en el alma vuelve, florece.
Tantas voces sin hablar, confusas caducas voces.
Yo en medio de todo sin oír, escuchando perplejo casi sordo.
El cuadro detenido al tiempo, las voces otra vez sin decir nada
sin forma gritan calladas.
La ola quedó colgada para siempre en el pincel,
la roca como toda roca es orgullosa como el cielo.
El sol que se oculta en el blanco algodón que flota sobre el mundo.
Calladas en hilera una fila de niños de mil colores.
El alborotado pasar de los eternos y cortos segundos
desborda cada uno de ellos con apatía y con singular premura los descarta.
