miércoles, 25 de abril de 2018

Benditos tus ojos

La mañana se derramaba tibia y sutil
tus ojazos castaños, brillaban como el sol.

Como olvidar ese momento
si estar frente a Dios, no hubiese sido más sublime.

Tu y yo, solos por primera vez 
mientras la lluvia salada te mojaba la cara, tu sonreías. 

Aquel recuerdo a la distancia
pesa hoy sobre mi, como todo el cielo.

Pesa, cual nieve al caminante
o el ala herida al ave que migra.

Pesa tanto cada momento que mata
es morir de sed a la deriva en el mar.

Me miro, y veo una roca, algo muerto
aunque suenan las teclas bajo la yema de mis dedos estoy sin vida.

Mírame, observa,  como el espíritu sublime en mi piel
se desvanece por falta de la magia, esa magia que eras tu.

Se arruga mi sonrisa y se seca el corazón por falta de latidos
pasos sin vida se arrastran en la sombra curiosa que deja mi ser.

Oyen mis oídos la melodía deliciosa 
que el carmesí de tus labios, trajeron hasta mi.

Y moribunda la sonrisa perenne, se le amotina a la vejez imaginando esa niña 
que prometiste darme algún día, aun yo sabiendo, que cruzabas los dedos. 

Cuanto dolor puede provocar  recordar algo un solo segundo
pero cuanta dicha le provoca a mi anima, ese mismo recuerdo.

Se alejara cada vez mas de aquí, aquella algarabía de la niñez
que dio felicidad tal vez, a la blanca sonrisa de mamá.

Se convertirá el árbol en fuego para calentar mis viejas manos
y serán padres los nietos, que jamas eh disfrutado.

Quizá, tal vez, no lo se, lo que si se, es que le ame
si... le ame como a nadie y así moriré amándole.

Como muere gota a gota toda la nieve de la montaña
o simplemente, como muere el verano, viendo caer las hojas.  
  


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