jueves, 12 de octubre de 2017

Que pena, que dicha

No me aburro de pensarte
No me canso de esperarte
Después de tu partida
hasta el cielo murió de pena.
En el jardín, quedaron abandonadas las armas para conquistar esas primaveras por venir, al sol poco le importa visitarme, y el viento, ese viento que tocaba tus cabellos, quedó sentado en aquel viejo árbol que tiro la tormenta, y espera pacientemente con su mano extendida, que la dicha retome su camino.
Vuelve el canto del ave a entrar a la casa, como destellos de luz en la noche dan vida a mi vida, y las ausencias, se quedan postergadas hasta que la primavera derritiera la nieve del corazón.

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