viernes, 29 de diciembre de 2017

Entre hades y orfeo

Ayer caminaba solitario con los pensares en mi cabeza.
Caminaba sin prestar atención al momento, simplemente caminaba.
Subí uno a uno los escalones que habían delante de mi, escalones que parecían los años que viví.
Una amapola blanca como nieve llamo mi atención en el escalón cuarenta y tantos una amapola blanca como nieve.
Me acerqué a ese tiempo para verle de cerca y estando a unos pasos se transformó en niña. Estalla el corazón en pálpitos y en risa mis labios.
Me estira la mano inocente e Inmaculada, igual que un lucero sus rayos en la vista nublada, y me quedo allí, sin hacer nada.
Perfume de mar recorre la escala, mientras mis ojos desbordan alegrías guardadas, mientras la risa en mis labios se hace alborada.
Me acerco a esas manos
divinas, que siempre esperaba
y el calor del sol que arremetió a la mañana, me despierta imprudente otra vez en mi cama.
No importa haberlo soñado
ya en mi mente esa niña quedó grabada,
como grabada su risa esa que siempre admiraba.
Fue bella la sensación
de ver tan de cerca su cara,
y aunque su manos no toqué para siempre en mente estará grabada.
Lo puede escribir...
siempre de mis sueños me
olvidaba.

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