Es tarde ya, para seguir en este lamento.
Todos los poetas se fueron de sus mesas
Todos los poetas se fueron de sus mesas
se secó la tinta, en esa diminuta botella de vidrio
que también embriaga con sus sorbos de azul licor
también volaron las plumas tras un anhelo
que se llevó algún enero.
Todos los intérpretes bajaron ya del escenario
apabullados, por eso de las palmas y el bullicio
y partieron con la carga en sus espaldas llevando sobré si,
aquella su gloria.
Todas las princesas
encontraron a su príncipe azul en un pestañeo,
y así también los perdieron.
El pensamiento se hizo hiedra
y comulga en el corazón.
Clama paz la inmensidad
El pensamiento se hizo hiedra
y comulga en el corazón.
Clama paz la inmensidad
que se quedo en un instante pasmada
y con la boca abierta viendo el otoño frente a sí.
Plácido y fugaz se reaviva el suspiro,
que aleja por sólo segundos los lazos que existen entre dos.
La marcha que se adentra en la brevedad siniestra del ocaso
La marcha que se adentra en la brevedad siniestra del ocaso
no detiene su andar, y se tambalea en el puente endeble
que deja pasar debajo de sí, el agua dulce de sus besos.
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