Esa risa,
cascabel frenético de felicidad, que tu sabes regalarnos
nace el oriente en el fondo de mis pupilas al verte, o al no
el brillo de ese roció me delata y me condena en alegría
ese fuego que le pones a mis ojos, duele.
Ya no quisiera seguir escribiendo, pues
en estas teclas, solo se dibuja tu nombre
y por momentos ya no se que decir
te pienso
y mis manos que eran las dueñas de tu piel
se expresan a sus anchas, y volvemos a hablar de ti
y en este silencioso espacio
te amamos una y otra vez.
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