El día va llegando a su fin
como siempre y se aleja
acompañado de un rojo cielo
que fue de improviso
inundado como un cuadro.
Mientras dulcemente
esa mujer acomoda el paisaje
adornando de joyas el firmamento
como luciérnagas que brillan
en el ensueño de ese amor quimérico.
Los pinos se estiran
en su delicada gracia por su tacto
las montañas cierran suavemente su ojos por su caricia
y la noche deja caer sus lagrimas
que son la niebla y roció.
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