martes, 25 de abril de 2017

De aquí a allá

Es verano en otoño.
El sol descongelo la hierba 

que trasnocho en la intemperie 
clavando escarcha al verde prado.
Los árboles se visten de rojo.
Algunos ya desnudos, no bailan con la brisa.


La carretera comienza a transportarme a casa, 
otra vez la más bella, se dibuja en mis pupilas.

Los molinos de viento saludan 
alejándose en la inmensidad de mi pequeño país.

El ganado se desparrama en el oro vivo de mi tierra, 

mientras las nubes vagan intranquilas en este cielo hoy gris, 
tormentoso y amenazante.
Las nubes, casi puedo tocarlas, 
el paisaje sube y baja como el carrusel, 
los enormes charcos, parecen espejos, 
llenos de gansos, patos, gaviotas​ 
que chapoteando sacuden el cielo en la tierra. 
Las ovejas saltan asustada por el descontrolado sacudir de alas 
mientras el hombre, pasivo y callado, observa la inmensidad.

Una espesa bruma choca con la visión 
que la atraviesa como saeta que avanza sin pausas.
El sonido del motor adormece 

y el asfaltado sendero brilla y habla por el agua, 
que la bendita provincia vertió​ en esta llanura del  Uruguay.
Campos y campos casi infinito 
en una tierra diminuta que a parido 
a personas extraordinarias, 
que viven por el mundo.

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