miércoles, 12 de abril de 2017

En el èter

El temporal de la noche
que torcía los pinos,
que balanceaba los nidos
y volaba las hojas
hasta lo alto del cielo,
se detuvo agotado.

El Dios del viento, que sopla
que gime, grita y centellea,
se quedó sin aire en los pulmones.

Y mientras este ser,
vuelve a inhalar, me descanso
y permanezco en mi letargo.

Y allí,
en el regazo eterno de Gea
flotando en el infinito,
me encuentro soñando,
se manifiesta mi felicidad, 
desde la inmensidad estrellada
donde los astros sueñan conmigo,
dónde los Dioses moran,
donde los hombres, buscan sus deseos.

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