lunes, 27 de marzo de 2017

El jardín del pobre

Cae la lluvia que moja el patio pintado a pulmón.
Ése patio de amores, familia y amigos.
Ése patio trasnochador, de cervezas y recuerdos.
Ese humilde y orgulloso patio que crío a mujeres y hombres...
y decoró con esas flores de mil colores, que solo tienen esos patios.
Madreselvas, glicinas, jazmines y más
que adormecen el corazón en gozo.
Esos patios que comparten, macetas improvisadas
de latas de pintura, cajones de pescado y llantas encontradas
que se embellecen con el alma,
para adornar las casas,
y como a un diamante, uno aprecia desde el alba al ocaso.
Unos patios que reparten consejos, llantos y risas,
algún asado y si o si, una copa de vino y mucho amor.

Bellos patios de ayer, hoy y siempre,
que se diferencian plenamente de la opulencia triste y vacía,
de esos patios que son parques, que jamás ríen, lloran o brillan.
Patios abandonados mudos, sin nombres en secreto,
sin tertulias, sin abrazos que hacen olvidar las penas.


Las diferencias entre ellos, son las personas que moran en unos y se ausencian en otros.

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