miércoles, 15 de marzo de 2017

Llueve en mi ciudad

La frescura del río que llora
cae sobre mi cara como lluvia.
Mil alas de querubines chocan
y la alianza se estremece.


Que criatura nos dio el cielo, contigo
en ti, abunda la dichosa fábula, 
primorosa tu, 
cae gota a gota en mi agónica disnea 
como si el aire atenuara la vida en mi vida.

Despierta tras la cascada del cielo, el deseo
arrasando las sabanas, que simulan un jardín
revuelto en el prado de la cama, bajo ese cielo
que desparrama luz blanca, si vida y vacía
que no es, ni vela, ni luna, 
que no es ola, ni espuma.

Si estuvieras frente al mar 
la sal de tus mejillas robaría con mis labios
y la humedad de los tuyos, que de ansias desborda
rozaría con apetecible exaltación,
 para tu corona, mi zalema, la tibieza y mis caricias
y floreciera, en tu vientre mi retoño, algún invierno.

Pero ahora
Las salvajes nubes, cruzan por la ventana
y el chasquido de lluvia precipitada 
suena como en tu lejana piel, mis besos
alejado de todo, me pierdo en un pestañeo
pero vuelvo, sigo aquí, entre el lienzo de mi cama
mientras sangra de placer el corazón, 
que hacia rato yacía muerto.



  


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