domingo, 5 de marzo de 2017

Norte de África

Llegue al Cairo,
El emblemático y deseado Egipto me recibe.
Es un Cairo, que siempre imagine 
y que es diferente.
La luz del sol, se bruma por la brisa que empuja desde el mar
y levanta la arena, que se presenta como su Reina.

El moderno puerto, le quita la magia a una ciudad 
que por años se presentaba frente a mi, 
como un liviano muelle, de embarcaciones modestas,
y de pequeñas casas que rodeaban la ciudad 
envuelta en milenarios misterios.

Hoy, dio paso a gigantescos y cachazudos monstruos de acero
de decenas de metros de alto y largo sin igual, 
que con su sombra parecen cubrir todo el desierto, 
ese desierto inconquistable, del norte de África.

Bajo lentamente, la eterna escalera de este monstruo que navega los mares, 
y me envuelvo el rostro, con un improvisado turbante 
que tapa mi boca y mis ojos, cubriéndome precariamente, 
de esta arena rojiza que nos envuelve. 

Pero antes de dar el ultimo paso hacia tierra firme, 
se acercan un sin numero de desesperados taxistas 
podríamos llamar así, que con sus acostumbrados gritos, 
intentan hacerse con algún pasajero, y llevarlos a su hotel o residencia, 
en en un sin fin de improvisados transportes.

De pronto lo que parecía una eterna tormenta de polvo
cesa de golpe, y cae al suelo como una lluvia de arena
dejando las calles y todo loe que el viento no se llevo a su paso 
cubierto por completo con uno o dos centímetros de este oro inútil 
que muestra su poder cuando quiere.

Llego a mi hotel
en mi bolso, solo un cuaderno, una foto
y una sola muda de ropa y por supuesto en mis espaldas 
mil y un recuerdo que aquí quedaran para siempre.



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