Quiso el majestuoso cielo alegrarse
y te ha regalo un corcel blanco.
Ese cielo, reía escondido entre nubes
cuando niña tu apenas sabias del mundo.
Recorría ese cielo tus ríos,
con su lluvia, mirándote.
Las riberas que peinaba el pampero
se metían en sus crines al galopar.
Mientras lo hacías correr como flecha
dejabas una estela de polvo como estrella.
Fiel compañera en los días de escuela
que a tu retorno te alcanzaba cual abuela.
Su pelo blanco quedo en tu caricia
que se hace eterno en tus recuerdos y tu risa.
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